San Jacinto, Bolívar. Colombia

El sonido de un pueblo 
El maestro José Lara apodado “el Gaitero mayor” falleció hace más de una década a la edad de 85 años, sin embargo su recuerdo reposa en la mente colectiva del pueblo, en un amplio material fotográfico y audiovisual, en las paredes del Museo Municipal así como en un sinnúmero de lugares, donde sus imágenes personifican al hombre gaitero de San Jacinto. 
Hoy, su casa en el barrio Miraflores del municipio, es un taller de elaboración de instrumentos musicales, en donde el Maestro Lara, se dedicó por muchos años a afianzar la cultura folclórica del pueblo, y donde les inculcó a sus hijos esta sonora tradición, para que su legado persistiera incluso mucho después de su muerte.  

Es una enorme casona, donde los pies aún se llenan de tierra y de minúsculas partículas de madera de banco, que flotan en el aire bailando como si oyeran a toda hora la gaita, las maracas y los tambores. Rodrigo Lara, hijo del maestro José Lara, da gustoso el permiso para que cualquier visitante interesado en el folclor, recorra el taller. Al llegar al lugar se observan los grandes troncos huecos de madera con los que se fabrican los tambores. 

Hace más de cien años que persiste esta costumbre en la familia del Maestro Lara. Sus hijos, sobrinos y nietos se han encargado de mantener en pie la técnica de la fabricación de los instrumentos de la gaita. Juan Ramírez es uno de los nietos del maestro, y a sus 19 años intercala sus estudios de técnico en refrigeración, con el oficio de crear estos elementos folclóricos. Con amabilidad en su voz y la experiencia de un anciano, explica paso a paso el proceso por el que pasa la materia prima hasta convertirse en el producto final. 

Los troncos huecos, en su mayoría son de madera de banco, caracolí o ceiba. Esta clase de madera es resistente a factores externos y garantiza la mejor calidad de los instrumentos.  Para hacer los tambores se pule la madera, se forra con cuero de vaca y se adorna a gusto del creador para su posterior venta. Luego de esto, los tambores se cuelgan en unas vigas de madera ubicadas a varios metros del suelo para evitar que en su interior se proliferen hongos que dañen su estructura.  

Para la creación de la gaita macho y la gaita hembra, se toma el centro de un cardón o cactus muy común en el pueblo, se prepara para que su textura sea uniforme, se le realizan varios agujeros y se le añade en un extremo cera de abejas. Para finalizar, se introduce una pluma hueca de pato, que el artesano entona para verificar que las notas de gaita se escuchen a la perfección.  

Un juego completo de gaita está conformado por un tambor, una tambora, un par de  maracas, un llamador, un guache, una gaita macho y una gaita hembra cuya diferencia radica en el número de agujeros que permite sacar notas musicales distintas. Estos instrumentos en conjunto tienen un valor de 3OO y 4OO mil pesos, lo cual depende de lo tradicionalmente rústico o elaborado de cada modelo. 

Cada juego se elabora en aproximadamente una semana, dado el tiempo que se emplea para esperar que la materia prima tome la consistencia necesaria. De esta manera, se garantiza la calidad y durabilidad de los instrumentos.  



Al terminar el recorrido, es interesante ver una gran cantidad de niños y jóvenes involucrados en el proceso. Juan comenta, que muchas veces hay personas que aprenden con ellos el oficio y luego se independizan, lo que garantiza la proliferación de la labor. Es así como este oficio autóctono y significativo del pueblo  convierte a los artesanos, en los protagonistas de la historia de San Jacinto.  

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