San Jacinto, una parte de nosotros

Puede que en cualquier ciudad del mundo ya hayamos construido una vida alterna.

“Toño” García: gaita y corazón

Han viajado alrededor del mundo, contagian con su música a miles de personas que mueven casi...

SAN JACINTO, UN LUGAR POR CONOCER.

Este municipio es cuna de artesanos, destacados por la elaboración de espectaculares y coloridas hamacas.

Visita a los petroglifos

Al visitar uno de los pueblos de la costa caribe colombiana de gran legado artesanal y musical como lo es San Jacinto.

En San Jacinto hay brujas y la mayoría están enamoradas…

Antiguas culturas basaban sus costumbres en leyendas provenientes de la imaginación de sus antepasados.

“Toño” García: gaita y corazón















Han viajado alrededor del mundo, contagian con su música a miles de personas que mueven casi automáticamente el cuerpo al compás de la gaita, el tambor  y el llamador. 

Manuel “Toño” García, hace parte de una de las primeras generaciones de gaiteros en San Jacinto, quienes se hicieron merecedores de un premio Grammy latino.
Su andar propio de quien ha caminado  mucho en vida, y su voz,  que al igual que la gaita,  tiene una musicalidad sin igual, complementan su gentil y a veces ingenua personalidad. Este exponente del folclor sanjacintero, a quien le pintaron el mundo de colores al ganar el premio Grammy, se encuentra hoy viviendo en un hogar muy modesto, aún  tocando gaita, a veces más por necesidad que por gusto.

A Toño, como a sus compañeros, se les ha negado lo que por derecho les pertenece que, más allá del dinero, es el reconocimiento por la labor que desde niños aprendieron a realizar: tocar la gaita. Y sin embargo, lo  cuenta sin nadita de rencor, porque a los 82 años solo hay lugar para la tranquilidad.

Sus manos, arrugadas y cansadas se transforman en unas tenazas fuertes cuando sujeta la gaita, mientras una hermosa y alegre melodía sale del instrumento (que por cierto él mismo elabora con técnica y precisión impecables, como todo buen artesano sanjacintero).

Escuchar la gaita por primera vez, eriza la piel,  activa las manos, los pies y las caderas, y los junta en un baile sensual y a veces tímido que las mujeres sanjacinteras llevan a cabo con atuendos rosa y blanco, con flores  en la cabeza… descalzas y hermosas.

Pero si algo le quedó en el corazón  a “Toño” García fueron sus viajes alrededor del mundo y sus recordadas anécdotas. Él cuenta que una vez en Suiza, unas mujeres se percataron de que ellos eran los Gaiteros de San Jacinto, así que como típicos sanjacinteros de edad, siempre galantes, decidieron tocar para ellas. En el grupo se encontraba una: “chiquitica que sí bailaba”, y que se movió con gracia y alegría hasta que terminaron. Ella le contó que era de San Jacinto, y de hecho, Toño y su grupo, la pudieron ubicar en una de las familias de la región. A “Toño” no se le olvidará la “chiquitica”, porque estando tan lejos esa muchacha sintió su amado pueblo gracias a ellos.

“Toño” García espera que una especie de luz ilumine el alma de quienes no se han dado cuenta de la verdadera importancia de los Gaiteros de San Jacinto para Colombia en general, y los aprecien y los aplaudan y les den lo que  les corresponde por su trabajo. Con tristeza en sus ojos, aguarda para que no suceda muy tarde.

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SAN JACINTO, UN LUGAR POR CONOCER.







Este municipio es cuna de artesanos, destacados por la elaboración de espectaculares y coloridas hamacas; también por “los gaiteros de San Jacinto” que recorrieron a son de gaita el continente europeo, americano, y asiático al punto de ganar un envidiado premio Grammy.
San Jacinto está ubicado en el departamento de Bolívar, a dos horas aproximadamente de la ciudad de Cartagena, situado a lado y lado  de la carretera Troncal Occidental de Colombia, después de pasar el municipio de San Juan Nepomuceno. Al llegar al destino, inmediatamente se identifica a san Jacinto precisamente por los múltiples almacenes que exhiben hamacas, mochilas, peyones, bolsos, sombreros y otras artesanías en la zona de  “la Variante”.
Este pintoresco pueblo fue fundado por un Capitán de Infantería llamado Antonio De La Torre y Miranda el 16 de agosto de 1.777. Miranda llegó a San Jacinto cuando esta tierra era habitada por aborígenes Zenùes, quienes poseían destrezas en el manejo del tejido con algodón y tenían habilidades para elaborar maravillosas artesanías.

Para la época de su consolidación como poblado, a San Jacinto lo dividieron en manzanas de 8O y 4O varas, lo que les daría a las 447 personas que constituyeron su núcleo,  espacio suficiente para elaborar pequeñas huertas, y dedicarse a la cría de gallinas, cerdos,  pavos, entre otras criaturas domésticas. Los solares fueron repartidos a 82 familias en total, que forjaron la evolución del pueblo y cimentaron su desarrollo.

Además de la artesanía; la ganadería y la agricultura se convirtieron en factores importantes para la economía Sanjacintera. Una nueva raza de ganado fue traída por Alemanes, la siembra de tabaco y algodón comenzó a cultivarse, y así, se emprendió el desarrollo de un municipio, que a pesar de haber sido víctima de la violencia en nuestro país, hoy en día es un lugar tranquilo, y como siempre lo ha sido, conformada por gente cálida y amable. Su gente, sus paisajes escondidos, su historia y por supuesto sus artesanías son atractivos que resaltan la belleza de este pueblo.
Las fiestas en San Jacinto comienzan en febrero y marzo, con la celebración de los carnavales, realizados en simultáneo con la ciudad de Barranquilla; continúan en abril, donde la Semana Santa se celebra con procesiones, caminatas, misas y paseos campestres y para el 16 de julio, se conmemora el día de la virgen del Carmen con un alto grado de religiosidad y esparcimiento
Pero sin duda, las fiestas más concurridas por su alto valor religioso, artístico y cultural son las realizadas el 16 y 17 de agosto en conmemoración a San Jacinto y Santa Ana los patronos. Durante esta fecha se realizan procesiones, el Festival Nacional de Gaitas y la Feria Artesanal.

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Visita a los petroglifos

Al visitar uno de los pueblos de la costa caribe colombiana de gran legado artesanal y musical como lo es San Jacinto, Bolívar, normalmente suponemos que además de hamacas, mochilas y gaitas, no habría mucho más que esperar en esa comunidad de los Montes de María. Sin embargo, la realidad es otra: también es centro de una de las culturas más antiguas del mundo; donde se encuentra un museo abierto al público que recoge los utensilios en cerámica más antiguos de América y que se remontan al 4000 a.C , además de diversos sitios de interés arqueológico y por ende históricos, escondidos en un vasto terreno casi que selvático, a pocos minutos del pueblo.


Hay diversos caminos, por así decirlo, que pueden tomarse para llegar a estos sitios. Desde el barrio "Conejitos", se puede tomar la vía que comunica a San Jacinto con el corregimiento de Paraíso ya sea a pie o en uno de los jeeps que frecuentemente viajan a estas zonas. A quienes les gustan las aventuras y no se cansan con facilidad, el trayecto les resultaría en unas dos horas caminando, sin embargo en un vehículo de cuatro ruedas, y dependiendo del estado del clima, puede resultar en unos quince o veinte minutos.




Al acercarse a la zona, se pueden observar los letreros que indican que se está llegando al destino, plasmados en señalizaciones en metal y con dibujos alusivos a  vasijas y utensilios realizados en cerámica que dicen textualmente: Petroglifos Arroyo Rastro . Sin embargo, y para ser más exactos, luego de pasar por la finca La Nasa, se encuentra una pequeña parcela desde donde se puede atravesar el arroyo  hasta adentrarse a uno de los varios sitios de ubicación de las enormes piedras talladas por nuestros antepasados Zenúes.



En este sitio arqueológico "El Rastro" se encuentran megalitos o gigantescas  piedras, con dibujos realizados en su superficie y que representan a los indígenas con enormes tocados en la cabeza o figuras de rostros humanos. En el sitio arqueológico "El salto del Jaguar", a quince minutos de San Jacinto vía San Juan Nepomuceno, se pueden apreciar algunas figuras semejantes a huellas de jaguar y otras zoomorfas en la parte frontal de altísimas piedras, además de distintos dibujos sobre las rocas. 






La zona donde se encuentra los vestigios en piedra es literalmente, una tranquila y hermosa salida del mundo convencional, puesto que las rocas, surcadas y moldeadas por el agua cristalina del arroyo Rastro, invitan a sentarse a disfrutar de la visión de este territorio, donde las marcas latentes de nuestros antepasados se encuentran presentes e intactas.









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En San Jacinto hay brujas y la mayoría están enamoradas…


Antiguas culturas basaban sus costumbres en leyendas provenientes de la imaginación de sus antepasados, quienes dejaron como legado la continuidad de estas historias fantásticas que alimentaban su cultura y los hacían temerosos de distintos fenómenos de índole natural que surgían como dioses a su alrededor.

En nuestros pueblos y ciudades, estos mitos y leyendas lamentablemente se sumen cada día más en el olvido, puesto que nuestros abuelos y tatarabuelos, no son capaces de mantenernos alejados por diez minutos del celular, del televisor o del computador, para narrar, como solo los ancianos saben hacerlo, historias fantásticas, que bien pudieron sucederle al difunto sutano o al difunto mengano.

En estos momentos, divisando una grande y fría ciudad, me pregunto si es posible que detrás de estos cerros disfrazados de oscuridad, se encuentren ocultos los fantasmas de las culturas que algún día habitaron el departamento, susurrando al viento sus advertencias, para que el hombre de estas tierras no destruya como siempre, lo que la naturaleza se encargó de diseñar por años.

En San Jacinto, Bolívar, sin embargo, hay cientos de relatos fantásticos, que contados por bocas diferentes, siempre guardan detalles similares. Es por eso que plasmo en este espacio una de las historias que me contó mi abuela, y que prueba que en San Jacinto todavía hay leyendas, además de muchas brujas enamoradas

Estas historias multiplicadas se convierten en una parte del legado del pueblo y es por eso que hay que saber disfrutarlas… en todo caso, no hay hogar como el hogar… y no hay mejores historias que las propias.

En San Jacinto hay brujas y la mayoría están enamoradas…




Cuando las noches en San Jacinto aún se iluminaban con la tenue luz  de las velas, solo la luna y las estrellas acompañaban sombríamente los encuentros amorosos y las charlas que duraban hasta la una  de la madrugada en las terrazas de las casas.
Era entonces cuando echadas en los techos, esperando a que pasara el amor de su vida se encontraban las brujas: mujeres normales, que en las noches se convertían en grandes pájaros negros o en cerdas sucias, y quienes sigilosamente merodeaban al joven de quien se enamoraban y le hacían todo tipo de maldades, pues esta era su forma de demostrar amor.
En una ocasión, una de estas brujas entró a la casa de un joven muy apuesto, que tenía un bebé recién nacido. Ya en la alcoba del niño,  la bruja en forma de pájaro, transformó su garra en un hilo casi invisible, que lentamente colocaría en el ombligo del recién nacido para succionarle la sangre y secarlo hasta que la muerte le diera la mano. Cuando la delgada hebra ya lograba tocar el ombligo del pequeño, entró su madre y al percatarse de lo sucedido, tomó al niño y lanzó un grito de ayuda. El joven de quien estaba enamorada la bruja, entró al cuarto alertado por los gritos de su esposa y le arrancó un cabello,  con el que le dio una golpiza al animal hasta que  escapó y se fue huyendo.
El joven sabía que las brujas tenían un hechizo que consistía en que los objetos grandes o pesados no las lastimaban, bastaba con una hebra de hilo o un cabello para ocasionarles un gran dolor.
Al día siguiente, se dirigieron a casa de la abuela del niño para contarle lo sucedido, pero tocaron repetidas veces y nadie abría. Temiendo que algo malo le hubiera sucedido, el joven empujó la puerta y allí estaba la señora: con moretones y latigazos por todas partes.



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