San Jacinto, una parte de nosotros

Puede que en cualquier ciudad del mundo ya hayamos construido una vida alterna.

“Toño” García: gaita y corazón

Han viajado alrededor del mundo, contagian con su música a miles de personas que mueven casi...

SAN JACINTO, UN LUGAR POR CONOCER.

Este municipio es cuna de artesanos, destacados por la elaboración de espectaculares y coloridas hamacas.

Visita a los petroglifos

Al visitar uno de los pueblos de la costa caribe colombiana de gran legado artesanal y musical como lo es San Jacinto.

En San Jacinto hay brujas y la mayoría están enamoradas…

Antiguas culturas basaban sus costumbres en leyendas provenientes de la imaginación de sus antepasados.

Vamos al Museo...






La cerámica más antigua de América fue encontrada en San Jacinto Bolívar, y en la actualidad existen estructuras de piedra gigantescas con marcas históricas en su superficie. Esas marcas talladas por los indígenas Zenúes que habitaron los Montes de María, dan cuenta del pasado de este pueblo en particular y de lo que se ha construido a partir de entonces.

El museo de San Jacinto se encuentra ubicado en el corazón del pueblo, específicamente en viejo y pintoresco edificio de estilo colonial dondefuncionaba la Alcaldía municipal.

Enormes puertas de madera se abren de lunes a viernes desde las ocho de la mañana hasta las seis de la tarde para invitar a niños, jóvenes y adultos a conocer más de la historia de uno de los centros culturales más importantes de Bolívar expresado en su legado musical, artesanal y en los vestigios indígenas de la cultura Zenú.

Edinson Guzmán es uno de los guías y en esta ocasión nos muestra algunas vasijas perfectamente reconstruidas por varios curadores extranjeros y que representa los utensilios usados en el pueblo hace aproximadamente cuatro mil años a.c. 

La cerámica reposa bajo una luz blanquesina que permite que se aprecie cada detalle de su estructura. El recipiente fue moldeado meticulosamente un día cualquiera en el pasado por un indígena que seguramente no pensó que en su interior se escondería la historia de una generación de costumbres diversas, además de chicha de maíz fermentada.

La cerámica hallada en el sitio arqueológico San Jacinto correspondía a figuras zoomorfas y antropomorfas. Cabezas y cuerpos humanos elaborados en barro y arcilla se mezclaban con las figuras de perros o guartinajas si se prefiere, que surgían de la imaginación de estos hombres y mujeres quienes fabricaban además, accesorios con cuentas de madera, conchas de caracol, cerámica y aleación de cobre y oro para adornar sus cuerpos.


Estos indígenas tenían amplias aptitudes para la elaboración de hermosos utensilios tejidos y la elaboración de instrumentos de viento como la “Ocarina”. A simple vista es un elemento rudimentario de cerámica, que consta de pequeños agujeros en su centro. Pero nada es elaborado por casualidad, pues los agujeros marcan las notas musicales con las que daban dramatismo a las ceremonias de entierro, nacimiento y en general a sus fechas especiales. Este elemento sufrió transformaciones durante miles de años, hasta que un buen día se creó una réplica con madera y cera de abejas a la que se le llamó gaita. 


Una de las partes más llamativas del museo corresponde a la sección de gaita y artesanía. Se observa entre sus vitrinas de vidrio transparente, los rostros jóvenes de los gaiteros de San Jacinto, vistiendo los trajes típicos utilizados en las presentaciones donde el folclor sanjacintero y las melodías de la gaitalevantan de los asientos a grandes masas.

Este espacio conmemora la tradición del pueblo, las hamacas, mochilas y en general el tejido con hilo de algodón teñido tienen su espacio en una recreación real y fotográfica que muestra la elaboración de cada una de estas expresiones y en especial de la hamaca. 

Las imágenes muestran la preparación de las hebras de algodón, pasando por el teñido y posteriormente su inclusión en el telar de madera. El resultado de entrelazar estos hilos es un tejido firme, hermoso ycolorido que se convierte en cama y lugar de descanso.

La visita a este tipo de rincones históricos es enriquecedora y reafirma la cultura de pueblos como San Jacinto, además de mostrar la riqueza cultural a cualquier viajero que disfrute de las expresiones culturales que aquí tienen lugar. Hace cuatro mil años, este hermoso y tranquilo espacio se divisaba como cuna de artesanos y artistas consumados y hoy día se ha consolidado como un importante centro cultural.

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La repostería de Las Vásquez...


Las Vásquez
Las ancestrales galletas de “las Vásquez”



Al igual que quien visita a San Jacinto para llevarse de recuerdo una hamaca, una mochila o una gaita, asimismo se ha arraigado dentro del pueblo la costumbre de regalarle al viajero las famosas “galletas de las Vásquez”. Se agrupa en general el término de galletas a una tradición repostera que Carmen Vásquez Cortina se encargó de afianzar, de la mano de sus hermanas Aura y Sixta.


Las tres hermanas son recordadas desde hace más de cincuenta y cinco años, por fundar en una esquina de la calle 22 ubicada en el barrio Centro, un local donde las panochas, los merengues, los dulces de leche, las casadillas, las galletas cubiertas, y las galletas especiales con forma de corazón tienen un sabor particular.

Todo comenzó hace más de sesenta años en la panadería de María Vásquez, tía de la señora Carmen, quien les enseñó a ella y a sus hermanas el arte de la repostería. Las galletas que se vendían en aquella panadería eran parecidas a las que se venden hoy en día en el local de las Vásquez, pero con el paso de los años, Carmen aprendió a alterar un poco la receta y a convertir las enseñanzas de su tía en el sustento del hogar.

La señora Carmen Vásquez, con el notable peso del tiempo en su mirada y su voz, a sus ochenta y dos años, todavía supervisa la elaboración de las galletas, que son hechas actualmente por sus nietos Álvaro y José, dado que la edad y una reciente caída, le impiden llevar el negocio de la misma forma que desde hace más de medio siglo. Por ahora, la señora Carmen, sentada en una mecedora se mantiene al tanto del negocio que su hermana Aura Vásquez, se ha encargado de administrar.

La señora Aura tiene el cabello grisáceo, y su edad queda al descubierto más al hablar que al mirar su impecable manera de atender el negocio. Su piel es blanca y siempre está pulcramente vestida. Su voz, que se escucha como el susurro del viento al atravesar las montañas deja la sensación de estar hablando en secreto. Sin embargo, luego de un rato de conversación, con voz animada cuenta: “Aquí viene gente a comprar de todas partes. Vienen del Carmen, de Bogotá, de Venezuela, de Estados Unidos”.


La tradición se mantiene por la diferencia en cuanto a las demás galletas de la región debido a su consistencia y buen sabor y es que el tipo de galletas que venden “Las Vásquez” influye en el éxito que ha tenido el local a lo largo de los años. “las llaman galletas especiales porque le echan uva pasa, buen queso, y buena leche” comenta la señora Aura.

La casa de “Las Vásquez” está guardada en la mente de muchos visitantes como si se tratase de varias fotografías. Unas en blanco y negro y otras a color donde los tonos del arco iris cambian, pero la enorme casa de esquina de estilo colonial sigue siendo la misma donde alguna vez un viajero o un sanjacintero comió un merengue y volvió cuarenta años después a encontrarse con el mismo sabor.

La exitosa idea de negocio emprendida por estas mujeres oriundas de San Cayetano pero sanjacinteras de corazón, se fusionó con el paladar del pueblo y actualmente, no hay viajero al que no se le inculque la tradición de llevar en su maleta alguno de estos dulces recuerdos.


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San Jacinto, Bolívar. Colombia
El sonido de un pueblo 
El maestro José Lara apodado “el Gaitero mayor” falleció hace más de una década a la edad de 85 años, sin embargo su recuerdo reposa en la mente colectiva del pueblo, en un amplio material fotográfico y audiovisual, en las paredes del Museo Municipal así como en un sinnúmero de lugares, donde sus imágenes personifican al hombre gaitero de San Jacinto. 
Hoy, su casa en el barrio Miraflores del municipio, es un taller de elaboración de instrumentos musicales, en donde el Maestro Lara, se dedicó por muchos años a afianzar la cultura folclórica del pueblo, y donde les inculcó a sus hijos esta sonora tradición, para que su legado persistiera incluso mucho después de su muerte.  

Es una enorme casona, donde los pies aún se llenan de tierra y de minúsculas partículas de madera de banco, que flotan en el aire bailando como si oyeran a toda hora la gaita, las maracas y los tambores. Rodrigo Lara, hijo del maestro José Lara, da gustoso el permiso para que cualquier visitante interesado en el folclor, recorra el taller. Al llegar al lugar se observan los grandes troncos huecos de madera con los que se fabrican los tambores. 

Hace más de cien años que persiste esta costumbre en la familia del Maestro Lara. Sus hijos, sobrinos y nietos se han encargado de mantener en pie la técnica de la fabricación de los instrumentos de la gaita. Juan Ramírez es uno de los nietos del maestro, y a sus 19 años intercala sus estudios de técnico en refrigeración, con el oficio de crear estos elementos folclóricos. Con amabilidad en su voz y la experiencia de un anciano, explica paso a paso el proceso por el que pasa la materia prima hasta convertirse en el producto final. 

Los troncos huecos, en su mayoría son de madera de banco, caracolí o ceiba. Esta clase de madera es resistente a factores externos y garantiza la mejor calidad de los instrumentos.  Para hacer los tambores se pule la madera, se forra con cuero de vaca y se adorna a gusto del creador para su posterior venta. Luego de esto, los tambores se cuelgan en unas vigas de madera ubicadas a varios metros del suelo para evitar que en su interior se proliferen hongos que dañen su estructura.  

Para la creación de la gaita macho y la gaita hembra, se toma el centro de un cardón o cactus muy común en el pueblo, se prepara para que su textura sea uniforme, se le realizan varios agujeros y se le añade en un extremo cera de abejas. Para finalizar, se introduce una pluma hueca de pato, que el artesano entona para verificar que las notas de gaita se escuchen a la perfección.  

Un juego completo de gaita está conformado por un tambor, una tambora, un par de  maracas, un llamador, un guache, una gaita macho y una gaita hembra cuya diferencia radica en el número de agujeros que permite sacar notas musicales distintas. Estos instrumentos en conjunto tienen un valor de 3OO y 4OO mil pesos, lo cual depende de lo tradicionalmente rústico o elaborado de cada modelo. 

Cada juego se elabora en aproximadamente una semana, dado el tiempo que se emplea para esperar que la materia prima tome la consistencia necesaria. De esta manera, se garantiza la calidad y durabilidad de los instrumentos.  



Al terminar el recorrido, es interesante ver una gran cantidad de niños y jóvenes involucrados en el proceso. Juan comenta, que muchas veces hay personas que aprenden con ellos el oficio y luego se independizan, lo que garantiza la proliferación de la labor. Es así como este oficio autóctono y significativo del pueblo  convierte a los artesanos, en los protagonistas de la historia de San Jacinto.  

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El viaje: por qué llegué a esta fría ciudad...

Mi nombré lo reservaré para ustedes... así que pueden ponerme el que más les guste, si es que estas palabras ya no han hecho que cierren la actual pestaña. En caso contrario continuaré mi relato.

No basta decir que vengo de un pequeño pueblo de la Costa Caribe colombiana, ya que a lo que a mí respecta y como todo aquel que regresa a su terruño en vacaciones, es más que un pequeño grupo de casitas con techo de palma y calles polvorientas... es el paraíso.

Se encuentra ubicado en los Montes de María, un lugar que antaño fue asediado por grupos al margen de la ley, y que pese a esto, siempre se ha caracterizado por albergar la gente más humilde y los campesinos más trabajadores que se puedan esperar debido a las circunstancias. El clima es cálido casi todo el tiempo... así que los días lluviosos pueden sacar a flote uno que otro comentario acerca del frío que agobia el pueblo en las noches... por ahí con unos veintiocho grados de temperatura. 

Las calles son caminitos pavimentados que se convierten a cada paso en centros de encuentro y amables saludos, mientras que el bullicio de las motos, los carros y sobretodo el rebuznar de los burros, se convierten en la armonía de fondo... que he de extrañar tantas veces.

En este lugar no hay espacio lamentablemente para ciertas profesiones, así que como toda estudiante en aras del progreso que creemos que se sitúa en las grandes ciudades, me permití emigrar desde mi tranquilidad hacia el caos.

Sin embargo y sincerando estas palabras... quizá era caos lo que me hacia falta y hasta el sol de esta mañana gris y quejumbrosa, he visto muchos hermosos colores en la tenue oscuridad de esta imponente ciudad.





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Para empezar...

Muchas veces no podemos expresar con palabras todas las emociones que se vienen a nuestra mente en ciertos momentos de la vida, sin embargo, y luchando contra mi naturaleza poco creadora y de hazañas sin terminar, me permito narrar dichas situaciones cotidianas y muy propias, con el ánimo de no desperdiciar otra frase más y asimismo para que quien lea lo quizá sin sentido que aquí publicaré, pueda crear su propio mundo de  ideas plasmadas y no negocie con actividades banales... lo que puede hacer la diferencia entre unos y otros tantos seres humanos.

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