Antiguas culturas basaban sus
costumbres en leyendas provenientes de la imaginación de sus antepasados,
quienes dejaron como legado la continuidad de estas historias fantásticas que alimentaban
su cultura y los hacían temerosos de distintos fenómenos de índole natural que
surgían como dioses a su alrededor.
En nuestros pueblos y ciudades,
estos mitos y leyendas lamentablemente se sumen cada día más en el olvido, puesto
que nuestros abuelos y tatarabuelos, no son capaces de mantenernos alejados por
diez minutos del celular, del televisor o del computador, para narrar, como
solo los ancianos saben hacerlo, historias fantásticas, que bien pudieron sucederle al difunto sutano o al difunto mengano.
En estos momentos, divisando
una grande y fría ciudad, me pregunto si es posible que detrás de estos cerros
disfrazados de oscuridad, se encuentren ocultos los fantasmas de las culturas
que algún día habitaron el departamento, susurrando al viento sus advertencias,
para que el hombre de estas tierras no destruya como siempre, lo que la
naturaleza se encargó de diseñar por años.
En San Jacinto, Bolívar, sin embargo,
hay cientos de relatos fantásticos, que contados por bocas diferentes, siempre
guardan detalles similares. Es por eso que plasmo en este espacio una de las
historias que me contó mi abuela, y que prueba que en San Jacinto todavía hay
leyendas, además de muchas brujas enamoradas
Estas historias multiplicadas
se convierten en una parte del legado del pueblo y es por eso que hay que saber
disfrutarlas… en todo caso, no hay hogar como el hogar… y no hay mejores historias
que las propias.
En San
Jacinto hay brujas y la mayoría están enamoradas…
Cuando
las noches en San Jacinto aún se iluminaban con la tenue luz de las velas, solo la luna y las estrellas acompañaban
sombríamente los encuentros amorosos y las charlas que duraban hasta la
una de la madrugada en las terrazas de
las casas.
Era
entonces cuando echadas en los techos, esperando a que pasara el amor de su
vida se encontraban las brujas: mujeres normales, que en las noches se
convertían en grandes pájaros negros o en cerdas sucias, y quienes sigilosamente
merodeaban al joven de quien se enamoraban y le hacían todo tipo de maldades,
pues esta era su forma de demostrar amor.
En una
ocasión, una de estas brujas entró a la casa de un joven muy apuesto, que tenía
un bebé recién nacido. Ya en la alcoba del niño, la bruja en forma de pájaro, transformó su
garra en un hilo casi invisible, que lentamente colocaría en el ombligo del
recién nacido para succionarle la sangre y secarlo hasta que la muerte le diera
la mano. Cuando la delgada hebra ya lograba tocar el ombligo del pequeño, entró
su madre y al percatarse de lo sucedido, tomó al niño y lanzó un grito de
ayuda. El joven de quien estaba enamorada la bruja, entró al cuarto alertado por
los gritos de su esposa y le arrancó un cabello, con el que le dio una golpiza al animal hasta
que escapó y se fue huyendo.
El
joven sabía que las brujas tenían un hechizo que consistía en que los objetos
grandes o pesados no las lastimaban, bastaba con una hebra de hilo o un cabello
para ocasionarles un gran dolor.
Al día
siguiente, se dirigieron a casa de la abuela del niño para contarle lo
sucedido, pero tocaron repetidas veces y nadie abría. Temiendo que algo malo le
hubiera sucedido, el joven empujó la puerta y allí estaba la señora: con
moretones y latigazos por todas partes.
gracias por referir anécdotas que tenia años que no escuchaba
ResponderEliminarDe nada... Abrán más por cierto jejeje
ResponderEliminarmmm que buen relato espero q suban mas y no quede en el olvido tus palabras!!!
ResponderEliminarGdjdjebbdjejhdjzhjdjjdhfhfnb
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